14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice esto:
15 Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. !!Ojalá fueses frío o caliente! 16 Pero por cuanto eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo.
18 Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas.
19 Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo.
21 Al que venciere, le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido, y me he sentado con mi Padre en su trono.
22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
Aplicación Diaria:
El orgullo, La arrogancia, la soberbia, la vanagloria y la autosuficiencia no son las características de los habitantes del Reino celestial; disfrutar de la riqueza del Reino de Dios se alcanza con la humildad, la sencillez, la generosidad, glorificando y dependiendo totalmente en el Rey de reyes ¡Cristo!, en quien y para quien se hizo todo lo que existe. Él desea que disfrutemos plenamente las riquezas eternas de su Reino, que están en contraposición a las riquezas y vanidades pasajeras de este mundo.
A su llamado, Cristo espera que con las características de un habitante de su reino, le abramos las puertas de nuestro corazón y le entreguemos toda nuestra vida y así empecemos a disfrutar los beneficios de la ciudadanía celestial, que solo Cristo puede otorgar.
Hay una hermosa promesa para aquel que se mantiene desde ahora haciendo el ejercicio de su ciudadanía celestial; será llamado príncipe y cuando esté en su presencia, podrá sentarse con el Rey de gloria en su trono.
¡Todo lo que el hombre pierde eternamente, por andar sumido en las vanidades temporales de este mundo!
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