RecStay Cali Colombia Cultural Campus
As a premier Columbian Cultural Center of higher education, the InglesAgil's wide spectrum of facilities and programs create a rich environment for learning and discovery. But those places are also great public resources. Open to children and adults around the country, the RecStay Cali Columbia Cultural Campus is a great place to find a book, look at art, walk in the garden, explore the mysteries of the deep blue sea of investigative knowledge or gaze at the stars millions of miles away.LOS HIJOS NO SON NUESTROS RETOÑOSPor: LEOPOLDO DE QUEVEDO Y MONROY*
Tus hijos no son tus hijos / son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma. / No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo / no te pertenecen.
Khalil Gibrán
En estos días los ojos y las neuronas como que retroceden un poco para mirar el rastro que deja el tiempo. Implacable la memoria trae los recuerdos de los hijos y los pone sobre pañales y sobre el caballito de madera o la calesita del parque. Los vemos con nuevos ojos aunque han crecido. Y hasta hacen reblandecer nuestro sentimiento paternal y materno. Porque de padre y madre todos tenemos algo. ¿Son rayados como hijos de tigre nuestros hijos, parecidos a nosotros? ¿Heredaron nuestras manías, nuestros gustos y miedos o nuestra ambición o tacañería? ¿O, extrañados, hoy los vemos distintos y zafados de nuestra mano protectora en otros días? Ya no peinamos sus bucles con nuestros dedos y los sentamos sobre las rodillas. Ya no les ofrecemos el helado o el dátil, la mermelada o la aceituna que nos encantaban. La edad, el cambio de casa, de barrio, de amigos, de colegio y el paso por la universidad, el matrimonio hacen cambiar a los hijos. No podemos prolongar en ellos nuestro pensamiento, nuestros deseos, los sabores que picaban nuestra lengua. Nuestra manera de observar la vida y de pesarla en la balanza romana, como un bulto de papa. El siglo llega con otras visiones y afanes. Queramos o no, es imposible que ellos a través de nuestros ojos valoren y que midan con nuestra propia medida. Cuando joven, sin criterio, pensé que estar al lado del padre y de la madre era propio del ser humano. Que solo la tigresa, el águila, la vaca y el burro apartaban sus crías desde pequeños y dejaban que la vida, las inclemencias y la necesidad los curtieran. Al llegar a la Universidad un día caí en la cuenta que a ellos la vida les da la sabiduría que tarde a nosotros llega. El ser humano parece que madurara a golpes, como la carne de ternera que se mete en nevera. El perro cachorro no necesita ir a la escuela para aprender a levantar la pata en público ni para saber lo bueno que es el hueso sin carne. No se pone servilleta en la calle ni coge el cuchillo con la izquierda. Y muere más viejo que el hombre. Pero el hombre un día aprendió a mandar como el padre, a maldecir como cualquier presidente y a llorar como borracho en la tienda. Y quisiera que los hijos hicieran lo mismo. Y la madre regala muñecas con zapaticos brillantes, platicos de mentiras y una casita con muebles y quisieran que sus hijas se portaran lo mismo. Regalan cositas en los cumpleaños, lloran en los entierros, viajan para Navidad y la tradición se forma. Rara vez se regala un libro, rara vez se dialoga con los hijos, no sabemos de sus ilusiones y creemos que sus gustos son los mismos de cuando tenían tres años. El mundo cambia, y nuestros hijos son más hijos de la vida que de los padres. Sus pasiones, su ambiente, su creatividad, su imaginario van conformándose poco a poco. Tardarán mucho en encontrar su paso, su madurez, su propio Yo, diferente al nuestro. Posiblemente nos veremos reflejados en ellos en pocas cosas… en defectos, rasgos físicos y aspiraciones.
As a premier Columbian Cultural Center of higher education, the InglesAgil's wide spectrum of facilities and programs create a rich environment for learning and discovery. But those places are also great public resources. Open to children and adults around the country, the RecStay Cali Columbia Cultural Campus is a great place to find a book, look at art, walk in the garden, explore the mysteries of the deep blue sea of investigative knowledge or gaze at the stars millions of miles away.
Por: LEOPOLDO DE QUEVEDO Y MONROY*
Tus hijos no son tus hijos / son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma. / No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo / no te pertenecen.
Khalil Gibrán
En estos días los ojos y las neuronas como que retroceden un poco para mirar el rastro que deja el tiempo. Implacable la memoria trae los recuerdos de los hijos y los pone sobre pañales y sobre el caballito de madera o la calesita del parque. Los vemos con nuevos ojos aunque han crecido. Y hasta hacen reblandecer nuestro sentimiento paternal y materno. Porque de padre y madre todos tenemos algo. ¿Son rayados como hijos de tigre nuestros hijos, parecidos a nosotros? ¿Heredaron nuestras manías, nuestros gustos y miedos o nuestra ambición o tacañería? ¿O, extrañados, hoy los vemos distintos y zafados de nuestra mano protectora en otros días? Ya no peinamos sus bucles con nuestros dedos y los sentamos sobre las rodillas. Ya no les ofrecemos el helado o el dátil, la mermelada o la aceituna que nos encantaban. La edad, el cambio de casa, de barrio, de amigos, de colegio y el paso por la universidad, el matrimonio hacen cambiar a los hijos. No podemos prolongar en ellos nuestro pensamiento, nuestros deseos, los sabores que picaban nuestra lengua. Nuestra manera de observar la vida y de pesarla en la balanza romana, como un bulto de papa. El siglo llega con otras visiones y afanes. Queramos o no, es imposible que ellos a través de nuestros ojos valoren y que midan con nuestra propia medida. Cuando joven, sin criterio, pensé que estar al lado del padre y de la madre era propio del ser humano. Que solo la tigresa, el águila, la vaca y el burro apartaban sus crías desde pequeños y dejaban que la vida, las inclemencias y la necesidad los curtieran. Al llegar a la Universidad un día caí en la cuenta que a ellos la vida les da la sabiduría que tarde a nosotros llega. El ser humano parece que madurara a golpes, como la carne de ternera que se mete en nevera. El perro cachorro no necesita ir a la escuela para aprender a levantar la pata en público ni para saber lo bueno que es el hueso sin carne. No se pone servilleta en la calle ni coge el cuchillo con la izquierda. Y muere más viejo que el hombre. Pero el hombre un día aprendió a mandar como el padre, a maldecir como cualquier presidente y a llorar como borracho en la tienda. Y quisiera que los hijos hicieran lo mismo. Y la madre regala muñecas con zapaticos brillantes, platicos de mentiras y una casita con muebles y quisieran que sus hijas se portaran lo mismo. Regalan cositas en los cumpleaños, lloran en los entierros, viajan para Navidad y la tradición se forma. Rara vez se regala un libro, rara vez se dialoga con los hijos, no sabemos de sus ilusiones y creemos que sus gustos son los mismos de cuando tenían tres años. El mundo cambia, y nuestros hijos son más hijos de la vida que de los padres. Sus pasiones, su ambiente, su creatividad, su imaginario van conformándose poco a poco. Tardarán mucho en encontrar su paso, su madurez, su propio Yo, diferente al nuestro. Posiblemente nos veremos reflejados en ellos en pocas cosas… en defectos, rasgos físicos y aspiraciones.